¡Qué felicidad los días que una está ocurrente y lúcida y deja salir por su boca opiniones con la evidencia de estar diciendo LA VERDAD! Cuando me pasa eso, me siento grande e importante, como si el resto de los mortales no llegaran a mi altura en profundidad de pensamiento e inteligencia, pero... ¡Oh, triste realidad!... esos momentos, paréseme a min, no son más que instantes de extrema necedad, germen de imbecilidad.
Afortunadamente también, esos instantes son como pompas de jabón, se hinchan maravillosos y explotan en décimas de segundo sin dejar restos.
A los imbéciles, necios o estúpidos (en este grupo se hallan también los engreídos, los sobrados, los listillos, los pedantes, los más y los etc.) se les oponen "los tontos", que por lo general padecen la enfermedad de pensar que nada de lo que ellos creen, piensan o dicen es LA VERDAD. Los tontos acaban por moverse como el polvo con el viento, de un lado a otro, sin ton ni son; son esclavos del viento o de cualquier aire.
Bueno, pues en oposición al polvo están los famosos juncos de la orilla; unidos a la tierra con la fuerza de su raíz dejan que el viento los mueva sin arrancarlos. ¡Qué equilibrio el de los juncos! Son pequeños los juncos, pero... ¿para qué ser grande si luego no vas a poder moverte para mirar hacia otros lados?
Dedicado a Juanjo Cucalón porque una vez me enseñó algo que no pude ver.
2 comentarios:
Me parece muy interesante y con un nivel de mensaje de mucha altura, gracias y a seguir adelante!
Me acaba de recordar a un dicho de que:"Un viento fuerte parte al roble porque es duro e inflexible. El junco resiste porque es flexible y se adapta"
Muy bueno, señora mía :)
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