Marina Pessoa sabía que no le quedaba mucho tiempo. Debía actuar rápido y con
decisión.
Entró en una ferretería y compró unas tenazas.
Atacó a la primera persona que se cruzó en la calle, era un viejo pescadero, ya jubilado, con una buena pensión que salía todos los días a tomarse un café al bar del barrio perdido.
La novela de la vida de Marina Pessoa empezó a escribirse en ese instante.
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