ASUNTOS PENDIENTES

Esta mañana me he despertado: "Le debo dinero a alguien".
Repaso el alrededor de estos últimos días... Nada. No encuentro nada.
Camino a coger el metro e insisto: "Le debo una cena a alguien, lo sé."
Miro atrás, todo lo atrás que puedo... "¡Atchisss!" ¡Puta alergia! A ver si el acupuntor puede hacer algo

ALGUIEN -Toma, el teléfono del acupuntor.
YO MISMA -Gracias.
ALGUIEN -Para el desequilibrio energético que tienes es lo mejor.


¡Desequilibrio energético! No puedo con los diagnósticos Zen de las miembras/os del club LoArregloTodoConUnaSesiónDeTerapia.

Claro, ¡ya he caído, ¡la deuda!, le debo una cena a una terapeuta renacedora, (rebirthing). Me remonto al menos 15 años, a los tiempos de la Mercedes adolescente tardía (ya no cumpliría los 20). Había hecho unas cuantas sesiones de Renacimiento con una terapeuta a la que admiraba y un día recibí una llamada de ella, "Te invito a una cena en mi casa" ¡Oh Felicidad! Mi Diosa me elegía para cenar en su casa con otros acólitos, pensaba yo. "Sí, por supuesto, encantada" contesté.
Me visto de gala, la susodicha gustaba de cubrirse de sedas como una Diosa Hindú y yo que andaba peleada con mi desaliño pretendí imitarla (imitación y desdén por lo propio, es marca de la casa).
Allá llego, afueras de Madrid, casa semicampo-semiurbe, con un toque de "vaya clase que tengo".
Cenamos frugal y amaneradamente, y... hete aquí que antes del postre mis compañeras acólitas empiezan a sacar monederos y carteras y llenan a nuestra estrella de billetes.
La cena costaba 10.000 ptas.
No era una invitación, la compañía y el tiempo en la cocina de mi Diosa me iba a costar 10.000 ptas. Yo, que era pobre de pedir (pobreza de artista, no de político) me quedé petrificada, literal, se me congeló el rostro en una medio sonrisa (también marca de la casa) las piernas retorcidas y dormidas, (habíamos cenado en el suelo, sobre cojines) y la espalda erecta como si me hubiese tragado un sable. No me atreví a articular palabra, me sentí tan ridícula... otra vez había picado, porque lo llamaban amistad cuando querían decir negocio.¡Oh mundo cruel! Porque nos enseñas tus entrañas a hostias. Oh inocencia estúpida, qué cálida y tontorrona eres...

Hoy sigo debiendo esa cena, una deuda a cambio de mi inocencia, todo tiene un precio.

1 comentario:

david dijo...

Te comprendo, como ser propenso a las sorpresas desagradables, esas que te van quitando las ganas de ser curioso, y te apoyo, como miembro licenciado del Tercio Duque de Alba, y te recuerdo mi viejo lema de legionario retirado: no te arrugues, amigo, cuando nos arrolle el fuego estaré en la trinchera contigo. Saludos Giulietta.