LACA DE UÑAS


Escribir como sinónimo de pensar es una mierda. Yo, Marina Pessoa escribo como sinónimo de soltar lastre. Cada vez que escribo algo, pierdo peso. Lo he comprobado. Entre 300 y 500 gramos es lo que pierdo. Si escribiera mucho podría llegar a desaparecer.

Hoy ha venido la policía a casa. Me he asustado, claro. Llaman a la puerta y abro ingenuamente, nunca miro por la mirilla, ni pregunto, son tan pocas las veces que suena el timbre de mi puerta que cada vez que lo oigo, corro a abrir, me encantan las sorpresas. Hoy no. Eran un hombre y una mujer, muy amables pero con la condescendencia que ejercen los que se creen superiores. Me preguntaron por el accidente de la oficina. Sólo querían saber, eso dijeron, porqué yo no estaba allí, porqué a mí no me envenenaron. No lo sabía, les dije, lo único que sabía: yo no estaba. Dónde estaba me preguntaron, una tarde a la semana asistía en la planta octava a un programa de Team Training para aumentar la productividad en mi startup... ya sabéis, desarrollo de las TICS para conseguir la escalabilidad, mi jefe es un business angel. Se quedaron bocas, puede repetir, me pidieron mientras sacaban su móvil y me preguntaban si podían grabarme. Haciendo un curso en la octava repetí.  Me acosaron a preguntas, que si había visto algo raro, que si mi jefe tiene enemigos, que si la empresa tiene problemas, que si han echado a alguien estos últimos meses... Contesté a todo lo mejor que pude. 

Tengo que tener cuidado.

No sé si estoy en su punto de mira pero he de ser muy cuidadosa.

Tengo que reconsiderar estrategias. Me tomé un chupito de vodka del que tengo en el congelador, me lo trae una amiga polaca, es vodka casero, una bomba. 

Tengo que tener cuidado. No quiero acabar en la cárcel. No podría vivir sin mis paseos por la ciudad ni sin mis noches de vino y tapas con Rosa, mi amiga italiana. 

Hoy he tenido que contenerme. Casi le aplasto la cara a una gilipollas que se cree más lista que nadie. Le tengo mucha manía, la conocí en el orfanato. Estuvimos años sin vernos y de pronto un día me la encontré en la peluquería, hace las uñas. Es mayor que yo y siempre cree que ha de enseñarme todo en la vida. A ella no le cabe duda, cree que las cosas como ella las hace son como deben hacerse. Su opción política es por supuesto la acertada, aunque la cambie cada 15 días. Si hablamos de la casa, ella te puede decir cómo lavar la ropa y cómo doblarla para que se mantenga nueva, tienes que echar tal detergente, mezclarlo con no sé qué suavizante, tenderla del revés, etc, etc... Si quieres pedir aumento de sueldo, ah, entonces, y aquí viene su tema favorito, has de usar la psicología, observa a tu jefe, me dice, yo uso mi inteligencia, yo conseguí... ¡pero si hace las uñas en una peluquería! Pero te hace callar porque ella lo sabe todo. Habla con una seguridad de sí misma que la odias a la primera frase.  Nada más verla lo tuve claro, echaría un bote de laca permanente de uñas en su copa de ron y frutos del bosque. Le dejaría la garganta laqueada como los chinos hacen con los patos. Me contuve. Tuve en cuenta la visita de la policía y decidí que no debía matar, solo herir.  Y no lo haría hoy, sería mañana.

Hoy 250 gramos.


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