Llevo una pila de años viviendo en Madrid. Vivo en el centro, entre Plaza Mayor y Puerta del Sol, en el cogollo multicultural de la urbe.
Sin embargo, sigo siendo aquella adolescente de Pontecesures desmañada y curiosa que a los 14 años vio por primera vez un extranjero. Era ruso, alemán o americano, cruzaba Galicia en bicicleta. Aquella yo de entonces, maravillada con la aparición, detuvo al peregrino, lo metió en su casa y lo bombardeó a preguntas mientras, emocionada, dibujaba en una hoja un mapa para que el extranjero pudiese señalar de dónde venía.
Conocer alguien que hable una lengua que yo no conozca, me transforma de súbito, y sin que yo pueda hacer nada para evitarlo, en porteramiembra de la KGB, plena de curiosidad y ganas de saber.
Por eso me encanta el Festival de Otoño de Madrid. Desde siempre, desde que no tenía dinero para comprar las entradas e iba a los estrenos pidiendo a las autoridades invitaciones sobrantes (a las autoridades siempre les sobran invitaciones). Hasta ahora, que tranquilamente consulto la programación en verano, la discuto con mi pareja de hecho teatral, mi amigo Juan Carlos, para por fin juntos elegir cuatro obras .
Y luego, también vamos juntos al teatro. Me encanta ir con él, porque le gusta de verdad el teatro, aunque es actor disfruta viendo teatro, no le ataca la ansiedad de tener que opinar , bueno, a ninguno de los dos nos ataca esa ansiedad, no tenemos nada que demostrarnos. Y cuando acaba la obra caminamos juntos hacia casa, vivimos muy cerca, a veces lo hacemos despacio y en silencio, otras veces hablando de nuestras cosas, de nuestros proyectos (por supuesto teñidos de lo mejor que hemos visto) y otras comiendo castañas asadas, como el otro día que fuimos a ver ISABELLA´S ROOM, obra que me recomendó un padre del parque una tarde mientras observábamos a nuestras hijas jugar.
Isabella´s room?¡que interesante!qué curioso físico el del chico que hacía de nieto, Frank creo que se llamaba. qué fuerte como se besaban abuela y nieto y como le metía mano él.qué voz más bonita tenía el Alexander cuando cantaba, mezcla de David Bowie y Tom Waits.¿Y las chicas? Qué graciosa la tahitiana y qué dulce la japonesa!Me encantó el padre alcohólico, tenía que haberlo visto Nicolas Cage antes de hacer Leaving las Vegas, qué actor Benoît Gob.¡Que divertido el director, con CUANTA LIBERTAD HA CREADO!
Todo esto se precipitaba en mi cabeza.
En fin "La habitación de Isabella" fue una nueva llamada, como la de aquel peregrino ruso, alemán o americano que cruzaba Galicia en bicicleta, desatando en mí de nuevo millones de preguntas, curiosidades, dudas y reflexiones sobre el arte de crear y la libertad.
P.D. Siempre que me enzarzo en este tipo de reflexiones recibo la colaboración de David. Él cree firmemente en el poder del trabajo. Recojo su manera, confío en él y digo: "Sí, hace falta mucho trabajo para desnudar la libertad de creación" .
Para desnudar mi libertad he de ser experta en bajar y subir cremalleras, coser y descoser botones, abrir y cerrar costuras, poner y quitar automáticos...
...aquí me hallo en medio de abrigos, gabardinas, jerseys, bufandas, vestidos, faldas,camisetas y sujetadores buscando mi desnudez y mi libertad.
1 comentario:
Yo creo que la libertad interpretativa viene después del dominio técnico, al menos de momento
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