Picaso decía que no creía en las musas pero que si existían quería que le pillaran trabajando.
Adela tiene ya dos años y cinco meses (cumplidos el día 4) y su padre y yo llevamos ya... dos años y cinco meses (cumplidos el día 4) contándole cuentos. "En contando cuentos" tenemos estilos diferentes, David, músico y hombre, comienza sus cuentos con un ritual: se sienta en el sillón nuevo, enciende la lamparita y acomoda a Adela en sus rodillas. Sus cuentos son claros, precisos, tienen comienzo y final; y van acompañados de caricias imperceptibles que David hace a Adela en sus deditos, y de pellizquitos que Adela (que es la que inicia el toqueteo) hace a David en sus dedazos. Ternura con pizca de sal y sin azúcar, es su encuentro.
Yo tengo otra manera de contar, soy actriz y mujer, por lo que cuento cuentos “mientras": mientras come, mientras cena, mientras se sienta en el orinal, mientras esperamos al médico, mientras vamos en autobús... pero mis preferidos sin duda son los cuentos que le cuento "mientras cena", los del anochecer, en la hora mágica; me los invento, y muchas veces, dada la hora, se quedan sin final. Algunos le gustan mucho y quiere que se los cuente otra vez, ¡imposible!, como el del marinero y su amiga la modista (basado en Tatuaje versión Concha Piquer) o el del pulpo ladrón...
Pero... y aquí viene la conexión con Picaso, el miércoles día 4 sobre las 20:30, cuando hacía exactamente dos años y cinco meses que contábamos cuentos a diario, se nos aparecieron las musas. A Adela y a mi, lo juro, fue en la cocina,la radio retransmitía el Bilbao-Sevilla, Adela cenaba en su trona, al lado de la nevera y yo estaba sentada enfrente. La cosa ocurrió así: comienzo un cuento de un hombre que juega en una playa al futbol. Noto que va a ser un poco rollo y entonces introduzco nuevos personajes, la ballena Lola y su hijo Xaquín que quiere ser futbolista y va a tomar clases de balón con el señor de la playa …
En la nevera tenemos varios imanes pero esa noche sólo había dos, un barco, más concretamente una dorna negra con dos rayitas, y una estrella de cerámica de color azul cielo que hizo mi amiga Paloma…
... fue en ese instante cuando pasó… la puerta de la nevera, blanca y reluciente, (la nevera todavía es más niña que Adela) dejó de ser puerta y fue inmensidad de mar, tranquilo y misterioso, una estrella brillaba azul en lo alto, de pronto una densa niebla avanza desde el horizonte, Lola oculta a su hijo bajo las tablas, teme lo peor, detiene el barco y observa el cielo, sólo una estrella azul... el viaje hacia la playa del futbolista nos traspasa, nos detiene el aliento...
Un gol del Bilbao ahuyenta las musas y deja el cuento, de nuevo, sin final.
No importa, ha merecido la pena, contaré los cuentos que hagan falta para volver a verlas.
2 comentarios:
eso... no dejes de contarnos tus "cuentos" Mercedes... a mi me gustan y los disfruto, creo que tanto como Adela!
También creo que las musas te hacen compañía a menudo, y mucho más desde hace exactamente 2 años y cinco meses!!! Bsos
A mi hijo le gustan los cuentos. Ahora ya supera los 5 tiernos añitos y deja un poco atrás esa edad mágica de credulidad perpetua que le hace transportarse y embeberse ante las palabras que escucha de la boca de un adulto. No hay nada más alrededor, no existe el mundo real, no existe la cena, la gata, o el cole del día siguiente, cada vez que me oye contarle un cuento. Hace no mucho, un día cualquiera, en un avión de vuelta a mi isla mágica de volcanes, solos, él y yo... una historia, surge de la nada, por ocupar las varias horas de vuelo porque esta cabecita alocada facturó por error todos los libros que la primita del niño le había dado para el viaje. Shamir vivía en el desierto, en una tribu de Tuareg, una vida austera, feliz, en contacto con la cara más dura y auténtica de la naturaleza... descubre el desierto, los misterios que acoge... es valeroso, intrépido, generoso, feliz.... Varias aventuras reducen las casi 3 horas de vuelo a un abrir y cerrar de ojos en su insaciable sed de fantasía... Al llegar a casa, me pide que "mire en internet" si los niños de 5 años se pueden cambiar el nombre, aquí, en este país, en "el Lanzarote" o en el país de "Madrid" o de "Galicia".... él ya no quiere su concienzudamente elegido nombre guanche, él ahora, quiere llamare Shamir, el valeroso... y añade con los ojos relucientes y la mirada perdida sin duda alguna en algún rincón de aquel desierto saharaui... pero mami, Shhhhamir, lo tienes que pronunciar así, mami, es que me encanta!!!
TQ
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