DESPISTE

Soy una mujer controladora.

Esto es una evidencia para mí. No sé para los demás. Los demás nunca te conocen como te conoces tú misma; resulta muy duro desvelar la verdad de uno.

No divago más. Soy una controladora, tengo un sistema operativo en mi cerebro de gran precisión. Está diseñado por mi abuela materna, la Bandina, probado y comprobado por mi madre y, siento decirlo, desperdiciado por mí. Porque, y entro en el meollo de lo que me preocupa, todo este sistema de control que me lleva a comprender y cohomprehender mi alrededor no me sirve para nada. (El verbo cohomprehender nisifica entender con apropiación de lo comprendido)

Me explico, el control es un sistema de conocimiento sincrónico, actúa sobre el aquí y ahora, resuelve el presente sin dejar poso. El conocimiento derivado del control se esfuma, no se acumula en biblioteca, museo o archivo adjunto. Conocimiento maravilloso por su ingenuidad pero frustrante, pues siempre parte de cero.

¡Oh, el poso! ¡Añorado y querido poso!


En todo este control se me ha colado un DESPISTE, controlar desde la atalaya no es caminar, y el camino sólo es camino si deja huella al andar.

Yo tengo un hueco. Soy como un agujero oscuro, casi negro, ni cimientos tengo dentro.

Estoy inmersa en la conciencia de mi vacío y añorando, como nunca lo he hecho antes, a mi desconocido poso.

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