CAPÍTULO 5
Amor y pleno entendimiento, esto es para mí una pareja. Si me falta algo de esto, malo; empiezo a machacar y es el principio del fin. También principio del fin es si empiezo a machacarme a mí misma. Yo, Marina Pessoa lucho en la pareja contra el machaque y sobre todo lucho contra el automachaque.
Amo el amor. Yo soy soltera, no tengo pareja fija y aún no he visto el momento de tener hijos. Es una situación que me sorprende porque en mi infancia en el orfanato no me imaginaba así el futuro. Pero el futuro que yo soñaba no se pudo fraguar. Los presentes que me tocaron vivir me llevaron por otros caminos.
Mi amiga Pepa posó su mano sobre mi pijama, avanzando con disimulo hacia las partes bajas. Yo, con disimulo también, dejé que hiciese. No había luz en la habitación, madrugada, humedad de primavera y ganas de caricias. Pero aquella mano de Pepa no era lo que yo esperaba. Tenía sueño y la dejé hacer. Fuimos pareja oculta, nadie lo supo, no necesitábamos contarlo. Teníamos la libertad de ser. Y fuimos durante unas semanas. Estábamos en la edad de la pasión, valía cualquier cosa siempre que fuera con pasión. La mano de Pepa no me apasionaba.... y mi tedio a ella tampoco. Mi apatía fue frenando su pasión. Algo entendíamos pero amor no había. Amor fallido.
Pasión, locura vaginal, amor lujurioso, zumbidos estelares y ataques epilépticos todo eso lo representaba para mí, Raimundo. Su cuerpo no puede ser descrito con palabras, moreno, moreno; la sal del mar siempre cubriendo su piel; ojos claros, azules o verdes, tipo cuchillo que te atraviesa, por supuesto herencia de los vikingos que habían asaltado nuestras costas. Pelo muy corto, rizado, un poco Hermes de Praxíteles, bueno el pelo y sobre todo el torso, aunque tengo que ser sincera y reconocer que el torso de Raimundo era mucho más impresionante que el de la escultura griega. Su torso era lo que me mataba, vamos yo, Marina Pessoa, moría cada vez que veía esos brazos moverse dentro de la camiseta. Pueblo adelante lo buscaba, recorría el puerto, él amaba el mar y yo a él, lo buscaba, lo encontraba, lo seguía, lo perseguía. Fiona Pessoa, mi hermana, oía como nuestros encuentros se convertían en novelas con descripciones detalladas, cómo iba vestido, cómo caminaba, cómo me hice la encontradiza, cómo me había saludado, cómo le había sonreído cómo luego me había mirado mientras yo iba ... Todas y todos en el orfanato sabían de mi obsesión por Raimundo.
Un día Ricardo nos celestinó. Y tuve una cita con él. Supe antes de vernos, por Ricardo claro, que la pasión nos comía a los dos.
Y nos citamos. Eran las fiestas, nos encontramos en la plaza del pueblo entre decenas de personas y una orquesta que nos atronaba. Nos alejamos del mogollón. Yo, Marina Pessoa con el fin de besarlo sin parar, él con una intención parecida, supongo. Y entonces, ya cerca del muelle, en el puerto, él habló y yo Marina Pessoa le oí, por primera vez, su voz sonaba cerca y clara por primera vez. Bueno, clara no, era pastosa, voz de bechamel, voz de fanta de naranja caliente, era horrible... Y ahí cualquier tipo de entendimiento se hizo imposible. Como un rayo que parte la noche, su voz jodió mi pasión asesinándola sin piedad. Me quedé paralizada y, lo peor, sin pasión. Solté la primera disculpa que me vino a la cabeza y huí.
Otra pareja imposible.
La pareja más larga en esos años, fue un compañero del orfanato, mayor que yo, bajito con gafas, con la cara llena de granos, el tío más gracioso que yo había visto hasta la fecha, nos tenía doblados de risa toda la tarde. Se acabaron las estatuas griegas, comenzaban mis enamoramientos intelectuales, los follamientos de cabeza, que ya me han perseguido toda la vida; soy más de eso, he de reconocerlo. Este en concreto adoraba verme reír y esto por supuesto acabó con nuestra relación. No se puede abusar de actuar para el público, aburres. Sé de actuación, descubrí que mi madre biológica había sido una actriz de provincias y se llamaba Marina como yo, pero la llamaban Nina, pero esta es otra historia.
Raúl, el gracioso de los granos, fue importante, mis primeras grandes experiencias sexuales... aprendí chino de lo que a los hombres le gustaba pero... yo quedé oculta, curioso, ¿verdad? mientras por un lado era su foco en las charlas, en la cama yo no existía para él... tenía una obsesión por correrse que aún hoy sigo sin entender, un conejo de duracell, vamos. Fue también mi primera gran experiencia con el automachaque en la pareja, no veas la caña que me dí pensando en que no daba la talla como objeto sexual. Y me decidí.
Es decir, yo, Marina Pessoa con mucha premeditación y bastante alevosía decidí abortar "mi vida en pareja", sin saberlo fue mi primer crimen, asesiné algo que no había nacido aún... y no me arrepiento.
De ahí en adelante he tenido relaciones pero no parejas. Ni pienso.